Como su nombre indica, los delfines rosados habitan en el Río Amazonas. A pesar de su apariencia similar a los delfines marinos, no tienen parentesco con ellos y pertenecen a familias distintas. Estos delfines fluviales son notablemente más pequeños que sus contrapartes oceánicas. Su tamaño reducido se debe a las adaptaciones específicas que han desarrollado para vivir en el entorno del río. Además, su cuerpo está perfectamente adaptado a las condiciones de su hábitat, que incluye aguas dulces y corrientes.
Una característica distintiva de los delfines rosados es su piel de color rosa. Los expertos creen que este color es resultado del desgaste causado por la alta temperatura del agua en la que viven. La tonalidad rosada se desarrolla a medida que el delfín alcanza la adultez, lo que explica por qué algunos individuos jóvenes aún mantienen el gris que tenían al nacer. Este cambio de color es uno de los muchos aspectos fascinantes de su biología que los científicos siguen estudiando.
Los delfines rosados pasan la mayor parte del tiempo sumergidos en el agua mientras buscan su alimento, pero son capaces de recorrer distancias de hasta 30 kilómetros al día. Una vez alcanzada la madurez, estos delfines pueden llegar a medir hasta dos metros de longitud y pesar hasta 200 kilos. Su habilidad para desplazarse grandes distancias les permite adaptarse a las fluctuaciones en la disponibilidad de alimento y a las variaciones en el entorno acuático.
Entre las especies de delfines de río, los delfines rosados son reconocidos por su notable inteligencia. Su capacidad cerebral es aproximadamente un 40% mayor que la de los humanos, lo que les confiere habilidades cognitivas avanzadas y comportamientos complejos. Esta inteligencia les permite desarrollar técnicas de caza sofisticadas y una estructura social rica y dinámica.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ha clasificado al Delfín Rosado como una especie en peligro de extinción. Este estatus crítico se debe principalmente al aumento de la contaminación en los ríos, que ha afectado gravemente su hábitat natural. Los esfuerzos para proteger a estos delfines y restaurar la calidad del agua en su entorno son cruciales para asegurar su supervivencia a largo plazo.